Lecciones que el clima y el agua nos ha dado – Caso Civilización Caral, Perú.
Unos de los principios que se tenían desde que se implementó la planificación territorial era organizarse alrededor del agua, pero si ahora hay alta probabilidad de que haya abundante agua o a cambio una alta escasez, ¿alrededor de qué nos organizaremos?
Creo que no hubo mejor momento para escribir sobre el agua, justamente en mi vivienda no hay por “exceso de pago”, una forma tradicional y graciosa de decir que no hubo los recursos para pagar el recibo. Afortunadamente en la ciudad donde vivo, Bogotá (Colombia), no se está presentando ninguna crisis de agua que por lo menos yo esté enterado fuera de lo tristemente cotidiano, como es el uso inadecuado que se le da por sus ciudadanos.
Esta situación me pone a pensar lo dependientes que somos del agua, llevo tres días así y a pesar de que no es la primera vez que me pasa, sí es la primera sobre la que puedo reflexionar más profundamente. Mientras escribo esto, de acuerdo a AccuWeather, hay sólo 20% de probabilidad de que llueva durante la antepenúltima semana de julio, algo que me desmotiva en especial porque ya no tenemos suficiente dinero para comprar los 7 litros de agua que venden en bolsa y que cuestan 2.200 pesos colombianos, aproximadamente 0,73 dólares, lo que para la economía de mi casa no es nada barato considerando que 7 litros no alcanzan para la cantidad que se usa en una vivienda donde habitan dos personas, mi mamá y yo.
Este tema, además de la evaluación económica interna que ha generado entre nosotros, también me ha puesto a pensar sobre lo adaptables que podemos llegar a ser como seres humanos, para la mayoría es cierto que el clima no es igual a lo que era, ya no resulta tan fácil determinar las próximas condiciones metereológicas y mucho menos, sí vamos a poder sobrevivír a ellas eventualmente.
La sobrepoblación, la falta de educación para su cuidado, el precario control del Estado sobre las fuentes y recursos hídricos, más la falta de planeación para ordenar los territorios, entre otros factores, está a punto de estallar una de las mayores crisis de agua en América Latina, una de las regiones con más agua dulce en el mundo, concentrando el 31% de las reservas, no obstante, la más castigada por la sed, debido a la alta vulnerabilidad climática existente. Un reflejo de esto, es que hay más de 37 millones de personas que carecen de acceso al agua, y casi 110 millones no tienen acceso a saneamiento, ubicadas principalmente en Haití, República Dominicana, Nicaragua, Ecuador, Perú y Bolivia donde, además, para la región se espera que en el 2050 se eleve en un 360 % el consumo de agua, algo que debería poner a toda la sociedad a realizar acciones concretas de inmediato.
Desde una perspectiva alentadora, todas las crisis impulsan a tomar decisiones rápidas y concretas para sobrepasar la causa que las alienta. Es en ese sentido, para evaluar en primera instancia cómo nos estamos organizando en el territorio, pues a partir de ello se plantea los escenarios futuros, los recursos posibles y quienes serán tenidos en cuenta.
Unos de los principios que se tenían desde que se implementó la planificación territorial era organizarse alrededor del agua, pero si ahora hay alta probabilidad de que haya abundante agua o a cambio una alta escasez, ¿alrededor de qué nos organizaremos?
No puedo evitar pensar que muchas civilizaciones antiguas pudieron llegar a extinguirse por lo mismo. Sin embargo, muchas demostraron su gran sabiduría para relacionarse con su territorio, como la civilización Caral, ubicada en el valle de Supe, a 182 kilómetros al norte de Lima (Perú), cuenta con una antigüedad de 5000 años, 68 hectáreas de extensión, 32 conjuntos arquitectónicos y aproximadamente 3000 personas, considerándola una civilizaciones occidentales que, de acuerdo a algunos arqueólogos, es el origen de varias civilizaciones ubicadas en los Andes y una de las más sostenibles.
La civilización de Caral, se caracterizaba por su estratégia de organización con el fin de mitigar los riesgos ambientales. Su noción de ingeniera y planificación de los recursos ecosistémicos les permitió entender que las áreas productivas debían estar debajo de la ciudad, el bosque todavía más abajo y al final el río, pues esto evitaría su vulnerabilidad ante las condiciones extremas del clima que en ciertos periodos resultaban muy agrestes.
Si bien el propósito principal de esta comunidad fue conseguir su propio recurso hídrico para sobrevivir, se preocuparon al máximo para que su uso fuera óptimo a partir de entender cómo funcionaba la dinámica de los acuíferos para retenerlas y canalizarlas para su consumo desde la alta montaña, primando el principio de conservación y solidaridad del agua para el resto de zonas que no estuvieran en la ciudad principal.
Por otro lado, su dieta se basada en frutas, cereales y productos de mar, algo importante pues reconocían que no se podía sobrecargar los afluentes de agua dulce y aprovechaban productos de alta abundancia y eficiencia, como los que provienen del mar.
Esta visión de territorio ha sorprendido a quienes la han estudiado, por eso durante la COP20, celebrada en Lima, Shady Solís, directora de la Zona Arqueológica de Caral afirmó que “es la primera ciudad sostenible a nivel mundial”, pues su manejo del recurso hídrico y la formar de proveer alimentos, dan a entender que sus habitantes sabían lo que hacían, dado que tuvieron la capacidad de observar los movimientos del clima.
El cambio climático ha resultado ser la mejor excusa para entender que el clima influye en todos los procesos de generación de recursos y que a partir de ello, se debe integrar la complejidad de la misma sociedad y de los ecosistemas para proyectar territorios íntegros y sostenibles antes de que los cambios sean más bruscos, pues mantener los mismos comportamientos, nos acerca cada vez más a escenarios devastadores.
En ese orden de ideas, resulta impactante que países como Perú se enfrenten a crisis como la que está viviendo y que países como el mío, cercano a estar en una situación similar, no aprenda de los errores. Continuar ordenándonos cerca de cuencas y delegando las funciones a personas que desconocen de sus territorios, llevará a una crisis difícilmente de sobrepasar. Uno de los grandes secretos de los caralinos era que otorgaban la distinción de sabios aquellos que entendían como manejar los ecosistemas, lo que permitió sobrevivir a fenómenos como El Niño, terremotos e incluso a evitar las guerras, pues en esas tierras no se registra evidencia de ello.
El agua es un recurso vital y eso lo entendí con lo expuesto al principio, mientras espero que llueva, comparto con quien lea este escrito que debemos a veces olvidarnos de prácticas modernas, para retornar a una creatividad sabia con miras a un mejor territorio. La cultura construida a través de la educación será primordial para que todos seamos conscientes de nuestro impacto, y que, además, aquellos que decidan ser los líderes que ordenamiento del territorio puedan integrar adecuadamente la complejidad de los ecosistemas, logrando mitigar y adaptarse al cambio climático y que así no sea una catástrofe la que lleve a tomar medidas desesperadas.